noviembre 23, 2013

El olfato tiene memoria poderosa


Recuerdo que siendo niña me regalaron un pequeño Quinques (lámpara de aceite) que contenía en su interior, en lugar del  líquido correspondiente, una colonia con un olor que me fascinaba. Años más tarde, descubriría que se trataba del aroma de la flor de azahar.
Esa fragancia se grabó en mi memoria de tal modo, que cuando fui adulta busqué entre los perfumes existentes en el mercado, el que más se asemejara al aroma del contenido de aquella lámpara.

Rememorando dicha anécdota, busqué información acerca de por qué razón sucede eso, por qué nuestro olfato es capaz de almacenar algo tan retrospectivo:

Al contrario que la vista o el oído, que en ocasiones desmemoriza algo visto u oído, el olfato refuerza poderosamente la memoria.

Los recuerdos de olores tienen un tiempo de vida más largo que las imágenes o los sonidos.Y esto se debe a que el olfato es nuestro sistema sensorial más primitivo y es el único conectado con el sistema límbico de forma directa, con la amígdala y el hipocampo. La primera es la madre de nuestras emociones y el segundo el motor de nuestra memoria. Los recuerdos asociados a olores no lo son tanto a hechos o acontecimientos, sino a emociones que estos pueden haber provocado.

Los lugares tienen olores. Algunos de ellos nos retrotraen al pasado: olores cotidianos como el del café, perfumes que evocan algún recuerdo, olores de la infancia, sábanas perfumadas, hay otros que identificamos con momentos cruciales o traumáticos, y que ya siempre acompañarán determinado recuerdo. El olor de un lugar tiene, pues, una gran fuerza de referencia.

En general, la tendencia habitual es recordar aquellos momentos muy felices y también los más tristes, porque las emociones extremas liberan un químico en el cerebro llamado norepinefrina, relacionada a la adrenalina.

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